domingo, 27 de octubre de 2013

OCTUBRE

Octubre ha vuelto. Volvió para hacer saber que aún no se fue la primavera, que aquello del verano fue tan sólo el paréntesis, para seguir. Primavera del invierno, letargo eterno. Y mas primavera que ella misma, sin los cambios bruscos e incómodos que ésta trae.

Bonito Octubre, comienzan cosas, terminan otras, en Octubre conocemos por primera vez, o terminamos sin conocer, cosas, personas, tan estupendas y sin que apenas nos demos cuenta. O quizá lo hagamos después, cuando añoremos las quejas de un frío de mentira tan sólo llevando una rebeca encima.

Así es Octubre, sin apenas, sin apenas planear lo que sucede, sin saber siquiera si sucede algo. No pretende ser, sin grandes fechas y pasando, así, tan discreto, se hace especial, como en una copa de aspecto humilde y, sin embargo, colmada de una pócima fascinante. Sin luces, sin música, sin furia callejera, más especial se vuelve lo que Octubre esconde y nos presenta.

Octubre, no te vayas, o quédate, o vuelve pronto, para ver que es primavera, y escuchar los silencios de afuera, solemnes, sin llamar la atención con ruido, sin jolgorio de tercera clase, como tú sabes, con tu noble instinto sencillo pero admirable, sigue dejando la rebeca encima.

jueves, 17 de octubre de 2013

Múnich conmemora un año más la Oktoberfest. Los orígenes


La ya mundialmente famosa "fiesta de la cerveza" celebrada en la ciudad de Múnich, en el estado alemán de Baviera, está llegando a su fin. Desde septiembre y hasta que el tiempo del octubre alemán lo permita, miles de visitantes han acudido a esta enorme feria en su "edición 2103", un encuentro cultural diferente y que, por su histórica vinculación y gusto por esta bebida, sólo pueden celebrar los alemanes. Los que no han tenido la oportunidad, siempre podrán hacerlo en un próximo otoño, ya que se trata de una cita que desde 1806 los bavieros nunca han dejado de celebrar año tras año

La cuestión es cómo se ha podido mantener una tradición más de doscientos años, sin fallar ningún otoño, a la misma hora y en el mismo sitio, el Theresienwiese, un recinto con capacidad para alojar cientos de carpas y personas. A continuación se detallan los acontecimientos que sentaron los cimientos de lo que constituye hoy día uno de los eventos sociales más demandados a escala internacional.  




Luftaufnahme, Oktoberfest 2006
Imagen del Theresienwiese, el lugar donde tiene cita la Oktoberfest



En 1806 Maximiliano José I de Bavierael monarca del entonces Reino de Baviera, en el que habitaban muchos agricultores que aún no conocían a la familia real, decide hacer una fiesta pública para tal fin, fechando tal día en un 17 de octubre. Para tal ocasión, en el que todos los bavieros estaban  llamados a participar, el rey eligió también celebrar la boda de su hijo, el príncipe heredero Ludwig con la princesa Theresien. Los festejos duraron cinco días. Múnich está de fiesta y todos sus ciudadanos participan ilusionados en una ciudad cuyas calles están llenas de músicos y actores, acompañados por un suculento banquete ofrecido por gracia del rey. Con una pequeña o gran diferencia a la Oktoberfest actual, pues la bebida con la que se brindó en aquellos días fue vino, por una simple cuestión: la baja calidad que ofrecía la industria cervecera de la comarca alemana.

El último día, en el prado que se extendía delante de las puertas de una entonces Múnich amurallada, realizan un grandioso espectáculo con carreras de caballos en el que 30.000 espectadores animaban con euforia a la pareja real, que desfilaba subidos a caballo luciendo atuendos en blanco y azul, los colores oficiales de  la región de Baviera. La pradera sería llamada "die Theresienwiese" (el prado de Teresa) en honor a la recién casada. El rey Maxilimiano I y los herederos al trono quedaban presentados a lo grande.




König Max I. Joseph | Bild: picture-alliance/dpa
Maximiliano I de Baviera, el creador de la Oktoberfest.


Dos siglos más tarde se sigue recordando de algún modo aquel enlace, en el mismo Theresienwiese, con las mismas vestimentas tradicionales en blanco y azul, y la misma carrera de caballos inaugurando el festejo. Maximiliano I lo consiguió, consiguió darse a conocer a él y a toda la familia real, y que los bavieros estuvieran cinco días sobre sus pies recorriendo las calles alumbradas de Múnich con una copa de vino en la mano.

Desde luego, seguro no imaginó lo que vendría después, ni que durante décadas millones de personas, ya no sólo de su reino sino de todas las esquinas del mundo, siguieran celebrando la boda real que él organizó en aquellos días de octubre de 1806. Esta vez levantando un "Prost!" o "¡Salud!" con enormes jarras servidas de cerveza.