domingo, 6 de diciembre de 2015

Arde Caracas


       Bastón del Avila, hija de Bolívar, guardián de Chávez, 6 millones de habitantes del epicentro de una república que heredó el nombre del principal libertador de Sudamérica, Simón Bolívar. Caracas es la ciudad más inquietante dentro de los límites de la posibilidad.Y no me refiero con ello a la inseguridad por la que es conocida, sino al tipo de experiencia que ofrece su visita, que combina perfectamente una exaltación urbana constante y la calidez gratuita de sus gentes, el gran pueblo bolivariano. Porque sí, porque los ciudadanos allí se llaman bolivarianos con orgullo, porque se dirigen al vecino como "amigo revolucionario", porque pintan sus calles con palabra propias de la rebelión de Bolívar.

       A pesar de ser considerada por fuentes oficiales como la segunda ciudad más peligrosa del mundo, después de Ciudad Juárez en México, Caracas es de cerca diferente, con un aire nervioso, sí, pero que dista bastante de la histeria colectiva que te venden a la hora de decir que vienes a Caracas. Es cierto que se percibe un factor de inseguridad en algunas zonas como el centro, pero algo moderado, así que es hora de desmontar el mito: Caracas no es tan peligrosa como dicen. Teniendo en cuenta unas pequeñas precauciones, se puede perfectamente salir y hacer vida normal con tranquilidad.

        La capital de la grandiosa Venezuela es la ciudad del nervio, de las calles rodadas a tope ("a full" en español caraqueño), de los semáforos que nadie respeta, del motorista a punto de atropellarte en paso de cebra, del metro por encima de sus posibilidades en términos de peso admitido y el autobús que sale sin horario fijo, sólo cuando se llena de gente o cuando el conductor se cansó de esperar, con ventanas desvencijadas donde está escrito a mano el precio del boleto, un cascajo medio roto que a duras penas marcha y nadie reclama pagar.

       Dominada por el Parque Nacional El Ávila, una cadena montañosa situada a dos kilómetros por encima del nivel del mar y que circunda la ciudad, a la par de protegerla de las sorpresas climáticas por su cercanía al Mar Caribe, Caracas esta prácticamente aislada en mitad de un inmenso país, todo queda lejos, nada está al alcance. Canaima, la Gran Sabana, Ciudad Bolívar, grandes lugares del país que hay que llegar por tu cuenta, porque Venezuela no piensa en el turista, o lo que es lo mismo, está hecha para el venezolano. Es un ritmo de vida que no deja opción al visitante, o te adaptas, o quedas fuera.

       El forastero con fines vacacionales no existe, solo está el trabajador, el hombre de negocios, el político, el trapichero de turno y, sobre todo, el ciudadano venezolano, el bolivariano que se levanta a las 4 de la madrugada para hacer cola en el supermercado porque es su día de compra en el sistema de adquisición de bienes por cédula. El fenómeno de la cédula es una de las más crudas realidades en Venezuela, una especie de cartilla de racionamiento que restringe el libre mercado y que limita la obtención de alimentos básicos, productos de higiene y medicinas a una vez por semana. Arroz, carne, o una simple pastilla de jabón, esos productos que resultan hasta banales en Occidente, resultan un auténtico oasis soñado en el país, peleados a fuego por los traficantes creadores del Bachaqueo, el fenómeno económico que circula en los bajos fondos de la economía venezolana. El Bachaqueo consiste en la venta ilegal de los bienes racionalizados por el Gobierno a través de la cédula a precios que triplican el precio original. Una verdadera pesadilla que fomenta el mismo sistema bolivariano y del cual todo el mundo es partícipe, arrastrados por la necesidad.

       Las elecciones del 6 de diciembre han creado una atmósfera de tensión en el país, más si cabe. Maduro está debilitado y el revés de Cristina de Kitchner en Argentina ha alertado aún más al sector chavista reforzando las campañas preelectorales con eventos como Caracas Suena 2015 (festival musical en el centro de Caracas) y un férreo control de los medios de comunicación. En el canal de televisión estatal, la VTV Canal 8, donde antes aparecía el Comandante predicando el Bolivarismo sin tapujos, los nuevos seguidores de la causa de Chávez, realizan charlas interminables dirigiéndose a los fieles del Padre de la Patria con un lenguaje cercano y castizo como él hacía, como si del amigo del bar se tratara.

       La capital de Venezuela que amanece temprano, vive de día en un estado de agitación constante, es difícil recorrer tan largas distancias atrapados en un tráfico imposible para ganar, al fin y al cabo, una media de 10 mil bolívares al mes, unos 14 euros cambiados al valor del bolívar en el mercado negro. Un bolivar vale 0,001 céntimos de euro, donde unos pantalones cuestan 3000 bolívares (un tercio de sueldo mensual), un café desde 50 hasta 200 bolivares y un billete de avión a Europa 85.000 bolivares (7 años trabajados). Esta inflacion del 200%, la escasez de alimentos básicos y el control del gobierno chavista han creado una situación insostenible de la que los venezolanos son conscientes y luchan desde una oposición cada vez mas fuerte a la Republica Bolivariana. Y de noche, bien temprano también, a eso de las seis, Caracas cierra el telón, la inmensa ciudad iluminada por un sol viscoso desde las 6 de la mañana, se vuelve literalmente oscura por la tarde. El alumbrado público es tan deficiente que Caracas vive desde la puesta de sol en un estado de blackout, que hace aun mas misteriosa la terrible Caracas.

       Es la ciudad donde las urbanizaciones más pijas (Chacao, Las Mercedes, Chuao Miranda, Altamira), se podrían comparar con una modesta barriada de cualquier ciudad alemana.. En los distritos más afectados por la crisis político-económica del sistema, como el famoso Petare, acontecen casi la mayoría de los crímenes y actos delictivos por lo que es tristemente conocida Caracas. Es una gran urbe llena de contrastes, de altos edificios de concreto (cemento) con aceras abandonadas por el sistema de mantenimiento municipal, de las Blackberries de hace 5 temporadas, de la escasez de agua embotellada y café con leche. Un estilo de vida sin normas, que ha llevado a los ciudadanos a unos niveles de abertura mental por encima de países europeos. Su capacidad de sorprenderse se encuentra bastante mermada, este ritmo de vida enrevesado ha desarrollado el umbral de tolerancia hacia lo diferente. Después de estar luchando el difícil día a día de Caracas para ganar cuatro perras, no están para tonterías y superficialidades varias. En Venezuela van a lo que van.

        Y, a pesar de todo esto, Caracas, funciona, funciona también porque se ha acostumbrado a un tipo de supervivencia por muchos años ensañada, de gente resignada que sabe sacar provecho de la contingencia. Porque es la ciudad de un pueblo cercano y atento, del bolivariano humilde que te saluda con la mejor de sus sonrisas, del opositor que te cuenta a la primera de cambio el porqué de la resistencia a Nicolás Maduro, de un discípulo del pueblo de Chávez que te dice "Hi, welcome" al creer que eres norteamericana y luego piden perdón al comandante. Porque es de sobras conocida la animadversión del anterior líder de la Revolución Bolivariana a su país vecino. En los muros de los barrios céntricos de la ciudad aun rezan pintadas de rebeldes bolivarianos del tipo: "Yankees, go home!".

       Caracas es también la ciudad del español meloso, de frases como "¡Qué fino!" ("¡Qué chulo!, ¡qué guay!" en España), del famoso "Chévere", del "Dale, dale" ("Venga, vamos"), del "irse de rumba o rumbear ("irse de marcha") y sobre todo, de la expresión más graciosa que haya escuchado en nuestro santo idioma: el llamado "¡A la orden!", una especie de muletilla multiusos que sirve para mil cosas: dar las gracias, las "de nadas", despedirse, saludar, o simplemente rellenar el discurso. No sé cuantas veces puedes escuchar al día estas palabras que parecen sacadas de una llamada a filas de la Revolución Bolivariana. "A la orden" y todas sus variantes, "estoy a la orden", "a su orden", "estamos a la orden", se dejan oír por las calles de Caracas en boca de cualquiera, un niño pequeño, el vendedor del mercado o el interlocutor de una llamada telefónica. Una locución idiomática registrada ya en el Diccionario de la Real Academia Española y que no está lejos de ese matiz militar que comentaba:

- a la orden
1. loc. adj. Com. Dicho de un documento, como un cheque o un pagaré: Transferible por endoso.
2. loc. interj. U. como fórmula militar de acatamiento o saludo ante un superior.
3. expr. U. como fórmula de cortesía para ofrecerse a la disposición de otra persona.


       Y sobre todas las cosas, por encima de todo este escenario, Caracas es la ciudad de Hugo Chávez. Es el centro neurálgico del Bolivarismo exacerbado que literalmente adora a este hombre, al que no puedes dirigirte con esta palabra, "hombre", sino con títulos honoríficos como comandante, libertador o líder, en adelante. Hugo Chávez de hecho existe todavía en el día a ida de Venezuela, en sus calles, en los medios de comunicación, en la gente. Todos terminan hablando de él, todos terminan mencionándolo para bien o para mal. Los muros de tanto las zonas urbanos como limítrofes de Caracas están inundados de imágenes de Chávez, Chávez rebelde, de joven, Chávez majestuoso de mayor, Chávez guerrero en traje castrense y boina al estilo "Ché", Chávez entrañable abrazando a una anciana, estrechando a un niño necesitado, Chávez socialista junto a Simón Bolívar.

        Al lado de los grabados que evocan a los principales líderes del movimiento bolivariano asoma de vez en cuando la imagen del actual presidente de la República, Nicolás Maduro. Un honor que a mi parecer le viene grande. Maduro es simple y llanamente un ahijado de Chávez sin el carisma y el poderío dignos de personajes míticos como Hugo Chávez, ni qué decir Simón Bolívar. El presidente de Venezuela es un hombre mediano al que intentan poner al nivel de Chávez con tal de continuar con la causa bolivariana, y que no le llega al talón de sus zapatos. Un político mediocre que sube algunos puntos en directo gracias a alguna que otra ocurrencia divertida en sus mitines preelectorales del 6 de diciembre, pero que ni de broma puede llegar a alcanzar la categoría de los grandes próceres del socialismo sudamericano. Y sin embargo, consciente o inconscientemente, gran parte del pueblo bolivariano lo sigue a ciegas, como si de una reencarnación del espíritu de Chávez se tratara.


















Las calles de Caracas están llenas de palabras y
 estampas que ponen de manifiesto el clamor del pueblo a Chávez.














       La fiebre popular por Chávez ha anestesiado a las masas que, en una especie de confusión paranoide, se niega a creer que Hugo Chávez ha muerto. El mausoleo del comandante, donde descansan sus restos, es un auténtico lugar de culto religioso. Situado en lo alto de Caracas, por delante de los verdes del Ávila, el Cuartel de la Montaña o 4F está custodiado por una fuerte guardia miliciana las 24 horas, y en el interior, rodeando la tumba, 4 húsares hacen vigilia y realizan cambios de guardia cada 2 horas, como si hace unas horas hubiera muerto. De hecho, los milicianos que guían la visita, a la que hay que asistir cubierta como en cualquier otro templo religioso, se niegan a pronunciar las palabras "el día que Chávez murió", y las sustituyen por un "el día que nuestro padre se elevó" menos doloroso. En el mirador del 4F que asoma a la capital y domina toda sus imponentes vistas, arde una llama rebelde, solemne, también las 24 horas, quizá de las pocas luces que uno ve en las noches de Caracas.

Cartel electoral del Partido Socialista Unido  22 noviembre de 2015


       Chávez, ese presidente que no se calló cuando todo un monarca europeo lo mandó callar, que se dirigía a George Bush como Mister Danger, lanzándole burlas del tipo:  "Eres un ignorante, eres un burro, o para decírtelo en mi mal inglés, en mi bad english: you are a donkey Mr. Danger (…) Cobarde, asesino, genocida, eres un alcohólico mister Danger, eres de lo peor". En la Asamblea de la ONU del 2006, donde ambos mandatarios coincidieron declaró: “Ayer el diablo estuvo en este mismo lugar. Aquí huele a azufre todavía”. Hugo Chávez aparecía invencible frente a sus enemigos, expresando sus opiniones con una sólida seguridad en si mismo . Él tenía palabras para todos, para Angela Merkel ("Señora canciller de Alemania, se puede ir a... Y no voy a decir más porque es una mujer. Ella es de la derecha alemana, la misma que apoyó a Hitler y la misma que apoyó al fascismo"), la vicepresidenta Condolezza Rice (“Parece que ella sueña conmigo. Soy capaz de invitarla a una reunión para ver qué pasa conmigo. Dijo que estaba deprimida por Chávez, ¡ay papá! Que se olvide de mí. Yo no hago ese sacrificio por la patria, que lo haga otro”).  Palabras que a mi sinceramente me hacen reír, viniendo de quien vienen y, sobre todo, por las personas a las que van dirigidas. Estaba dispuesto a hacer todo, absolutamente todo por su pueblo venezolano, hasta dar la vida, todo menos tomarse un café con aquélla señora.

       Hugo Chávez comenzó a ganarse al pueblo en las declaraciones televisivas tras el intento fallido de golpe de Estado del 4 de febrero de 1992. En ellas pronunciaba unas palabras, "por ahora", que le acompañarían el resto de su vida como presidente de la República. Hasta entonces, tan sólo era un militar que lideraba el pronunciamiento militar contra el gobierno del Presidente Carlos Andrés Pérez:

"Compañeros, lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital. Es decir, nosotros acá en Caracas, no logramos controlar el poder. Ustedes lo hicieron muy bien por allá, pero ya es tiempo de evitar más derramamiento de sangre. Ya es tiempo de reflexionar y vendrán nuevas situaciones y el país tiene que enrumbarse defintivamente hacia un destino mejor. Así que oigan mi palabra. Oigan al Comandante Chávez quien les lanza este mensaje para que, por favor, reflexionen y depongan las armas porque ya, en verdad, los objetivos que nos hemos trazado a nivel nacional, es imposible que los logremos. Compañeros, oigan este mensaje solidario. Les agradezco su lealtad, les agradezco su valentía, su desprendimiento, y yo, ante el país y ante ustedes, asumo la responsabilidad de este Movimiento militar Bolivariano. Muchas gracias."

Hugo Chávez Frías, Rebelión Militar del 4 de febrero de 1992


       Sepulcro donde descansan los restos de Hugo Chávez,
dentro del Cuartel de la Montaña.





















       El "por ahora" de Chávez se convirtió en un lema al que harían alusión en reiteradas ocasiones como forma de ensalzar la revolución bolivariana y a su líder predilecto. En el corredor del 4F que conduce al atrio donde descansa la sepultura del presidente, a uno de sus lados, aparecen grabadas en los mármoles las declaraciones del 4 de febrero, y el célebre, "por ahora". En recordatorio de aquel discurso contra el neoliberalismo y el capitalismo, todos los 4 de febrero se conmemoraría el "Día de la Dignidad Nacional" en Venezuela.

       El 4 de octubre es otra fecha grabada a fuego en la historia del chavismo. El Comandante estaba muy enfermo y era el día de cierre de campaña. Caracas estaba entera echada a las calles. En 7 avenidas de la capital que alcanzaban un radio de más de 12 kilómetros, se congregaban miles apoyando la concentración del PSUV, el partido de Chávez. Llovía muchísimo y el agua entorpecía el poco espacio que quedaba entre los asistentes que vivían un estado de euforia. El pueblo bolivariano vivía un momento álgido y el fervor les hacía resistir cualquier condición, los heridos a causa de la avalancha y la tormenta quedaban atrapados en mitad del tumulto ardiente. Querían ver a Chávez, querían gritarle por ultima vez "¡Dios, Bolívar y Chávez!", y éste, aun sabiendo que salir y exponerse al diluvio sería crucial para su estado de salud, lo hizo. Él también sabía que podía ser la última vez y tenía que despedirse de su pueblo, nunca mejor dicho, y también, asegurar su descendencia política en la figura de Maduro. Si él daba el mensaje, cerraba mejor la puerta, el pueblo congregado haría lo que su Comandante dijera en ese momento. Chávez apareció bajo el furioso raudal de agua entonando el Himno Nacional, ante el estupor de la masa humana a punto de desvanecer:

"¡Viva la revolución, viva el socialismo, viva Venezuela libre, viva el siete de octubre, viva el pueblo venezolano, viva Bolívar, viva la juventud, viva la lluvia!...", dijo y efectivamente, volvió a convencer. El 7 de octubre de 2012, ganaba las elecciones presidenciales por cuarto mandato consecutivo para el período 2013-2019. Unos meses más tarde, el 5 de marzo, el eterno Comandante de la Patria murió. Y tal y como había planeado, aquel 4 de octubre, el día del diluvio histórico había amarrado bien sus cuerdas, las últimas, reafirmando su sucesión en la figura de su ahijado, así llamado por los chavistas, Nicolás Maduro. 




   Los simpatizantes de Nicolás Maduro llenaron la céntrica Plaza Simón
 Bolíva en un mitin del Presidente el 20 de Noviembre

















       Caracas no es una ciudad bonita, es como el "patito feo" de la preciosa Venezuela, y el garbanzo negro. Azarosa, exaltada, oscura, pero hospitalaria y generosa a la vez. No tiene bellezas arquitectónicas, elegantes monumentos, paisajes de ensueño. Pero ¿quién dijo que las ciudades más bellas son las que más tienen que gustan?. Caracas tiene una gran capacidad de ganarte, de envolverte en su aura surrealista y dejarte atrapada. No me crucé con Carlos Mata, no puede preguntarle si Cristal y él fueron eternamente felices, pero sí pude admirar, cada mañana, las vistas del balcón donde armaban las tragedias en Cristal, las vistas de Caracas, sus altos edificios de cemento y el Avila al fondo. Y es que Venezuela no es el país idílico de las telenovelas, o la crisis lo cambió o nunca lo fue. Y aunque reconozco que hubo alguna que otra situación complicada, me quedo con Caracas, me quedo con ella y sus cosas buenas, con sus avenidas sombrías, "a full", con sus túneles incruzables, con las miradas de Chávez en las fachadas, con las noches de rumba, y sobre todo, con el factor fortuito de sus paseos en los que, puede que se acerque alguien, de repente, con dudosas intenciones, puede que un coche te pase a un milímetro sin avisar, puede que el autobús salga dos horas más tarde de su horario oficial pero, ten por seguro que, de un momento a otro, en cuestión de segundos, alguien saldrá de una esquina para ayudarte y decirte aquéllo de: ¡A la orden!.









                     
       "No logré construir la torre de marfil                          que había soñado, por ahora"

                           Anónimo, en algún lugar de Caracas, algún día