miércoles, 16 de enero de 2013

DIEZ EN LA MISA DE NUEVE



Es sólo una de las seis formas de llegar, girando a la derecha la pequeña y angosta calle Murillo, la plaza de Bendicho ofrece ya una primera visión de los pilares de la Catedral. La calle Cubo, que recorre su perfil lateral, descubre la plaza llana y descubierta donde se erige el principal templo religioso de Almería con sus puertas abiertas a todo el mundo desde bien temprano.
A las 9 de la mañana los diocesanos tienen una llamada a la oración en el coro de la iglesia, lugar de celebración de la ceremonia diaria en invierno. Antes tenía lugar en el Altar Mayor o en la capilla de la Piedad, “como viene poca gente a escuchar misa nos trasladamos para estar más recogidos”, afirma Josefina Sánchez, una señora que acude a la cita religiosa desde hace muchos años.
Sólo diez mujeres de edad madura atienden a las palabras del sacerdote, acompañado de tres canónigos que le asisten mientras un joven presta las notas musicales a la voz de los cánticos con el órgano. La realidad no queda fuera de los muros de la Catedral, el sonido agudo de un teléfono móvil estalla quebrantando esa especie de alianza de silencio que reina en lugares de congregación religiosa, perturbando la solemnidad y majestuosidad del acto. Cuando la misa llega a su fin, un hombre de poca edad se suma al pequeño número de fieles presentes, sentado en uno de los reclinatorios que miran al Altar Mayor, alejado del núcleo agrupado en frente.
Una eucaristía especial
La misa conventual o capitular, restablecida hace casi cuatro años con el nuevo Obispado, es aquélla que preside todos los días el canónigo, y es realizada por un sacerdote diferente cada semana. El carácter rotativo del oficiante le merece el nombre de hebdomadario, “del latín hebdomas, que significa semana”, declara el magistral de la Catedral Don Juan José Martín Campos. En ella, todas las mañanas se canta y se reza el Laudes, una oración de alabanza divina a la diócesis. La eucaristía conventual se ofrece en todas las catedrales del mundo, pues se concibe como un servicio que la Iglesia brinda a los feligreses, con el objetivo de que puedan recibir la Santa Misa en cualquier punto de la geografía donde la doctrina católica reine.
El canónigo magistral reconoce que “nunca ha sido una misa de mucha afluencia, sólo acude un grupo de cristianos conscientes de la importancia de la oración, de unirse a la alabanza del Señor en nombre de todas las iglesias de Almería, es un servicio apostólico en el que participa toda la comunidad”. El encuentro matutino de las 9 en la Catedral es un reclamo que no convoca a gran número de diocesanos pero al que suelen acudir escrupulosamente las mismas personas.
De la asiduidad y el paso del tiempo ha nacido la amistad entre algunas de ellas o, cuando menos, el conocimiento de casi todos, de forma que la llegada de un nuevo oyente sería un hecho percatable, y recibido con ilusión por el conjunto de creyentes. María Casinello, Directora de la Oficina de Comunicación del Obispado confiesa “sentirse incapaz de vivir sin misa”. Josefina Sánchez, cuyo tío fue canónigo y fue enterrado en el templo, manifiesta que “es una necesidad diaria con la que alimento el alma”.
Treinta minutos de ejercicio religioso acaban con unas palabras de despedida apresuradas en la plaza que se abre a las puertas con el frescor matinal, el alboroto de las gaviotas, que se alertan de la salida en tropel de estos fieles cristianos, y con el gozo interno de saber haber cumplido con el deber diario, rápidas quizá por saber que la frase es un simple “Hasta mañana”.



  • Publicado en La Voz de Almería, febrero de 2006.